sábado, 13 de enero de 2018

Melchor, Gaspar y Baltasar


Se pasaron por Chimal hace una semana. Dice Wikipedia que sus nombres actuales aparecieron por primera vez en un mosaico del siglo VI en San Apollinaire Nuovo (Rávena). Pero no fue hasta el siglo XV cuando Baltasar apareció con la tez negra y los tres reyes pasaron a representar, además de las tres edades del hombre, las tres razas de la Edad Media: Melchor, a los europeos; Gaspar, a los asiáticos, y el rey negro, a los africanos.

Para mí son, sin duda, los personajes más simpáticos de esta temporada. Con ellos se cierran, además, las celebraciones decembrinas, lo cual es un alivio enorme.


Belén chimaleño con los Reyes abajo a la derecha

Yo desde que recuerdo he dejado un zapato la noche del 5 de enero junto al Nacimiento, si lo hay, o donde los Reyes puedan verlo y dejarme algún regalo. Cuando nació Santiago empezó a hacer lo mismo. (Su padre también lo hizo mientras vivimos juntos.) Y los Reyes nunca me han decepcionado.

Cuando era niña, también nos dejaban regalos (a mi hermano, a mí y a mis primos paternos) en casa de mi tía Angelita, en la calle de Prosperidad. Nos reuníamos por la tarde a partir la rosca y tomar chocolate. (Ya no me acuerdo si también cenábamos algo.) Y fue allí donde recibí mi primera Salustia, una muñeca de trapo azul, con pelo y zapatos amarillos (como holandesa) y carita de cartón, sin la cual ya no podía dormir (y mis papás tuvieron que ingeniárselas para reponérmela cuando se acababa).


regalos de Reyes sobre el piano en Chimal

Este año, los regalos no solo fueron cosas, que las hubo también (objetos-casi-esculturas de cerámica; chocolate artesanal; mandalas de bolsillo; aretes, pulsera y una bolsita de chaquira), sino que el mero Día de Reyes, unas horas antes de partir la rosca, nos agarró a mi hijo y a mí una crisis tal, que parecía que iba a acabar en tragedia. Pero la presencia  de María Eugenia, la comadre, nos permitió transformarla en catarsis.

Me es difícil imaginarme un regalo más grande que contar con el amor (casi) incondicional de María Eugenia en nuestras vidas.
¡Gracias, comadre!
¡Gracias, vida!
¡Gracias M, G & B!

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